Era un altar de pequeño tamaño que, en época romana, se ubicaba en el interior de las casas para rendir culto a los dioses del hogar, pero también a los antepasados de la familia. En él se colocaban pequeñas figuras de cerámica, madera o bronce, que representaban a estas deidades o a los familiares fallecidos. El ritual diario se llevaba a cabo recitando oraciones y realizando ofrendas que se dirigían a la protección del hogar y su despensa y a la protección de la línea familiar.